No figuran en las páginas de los diarios cuando se habla de sus empresas. Ni en muchos directorios de empresa. Son discretas, prácticas y persona de confianza de sus directivos. Cuidar tu relación con ellas te abre puertas. Maltratarlas, te puede hundir.

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Uno de los mejores consejos que me dio un antiguo jefe en mi época en la radio lo guardo en la memoria como uno de mis más preciados tesoros de conocimiento: ‘cuida a las secretarias’.

En aquel programa, en mis manos recaía la responsabilidad de asegurar la asistencia como invitados al programa de figuras tan destacadas de la economía catalana como Joan Hortalà, Ricard Fornesa, los ‘consellers’ Pere Macias, Artur Mas, Antoni Subirà i Joan Ignasi Puigdollers; Josep Piqué, Anna Birulés, Joan Majó, Germà Bel, Antón Costas… aparte de los fijos y tristemente ya desaparecidos Fabián Estapé y Ernest Lluch (¡un auténtico lujo, sí!). Para contar con muchas de estas personalidades –principalmente con aquellas del ámbito político y empresarial, protegidas con más filtros telefónicos que las del mundo académico- era imperativo disponer de una agenda de contactos en la que apareciesen bien claros los nombres de las secretarias.

Ellas eran la clave. Con las secretarias siempre tuve una relación cálida y productiva que me facilitó enormemente la tarea de lograr la asistencia de sus jefes al programa. En una gran mayoría de casos he de decir que eran no sólo eficientes, sino además un encanto en el trato.

Abro un pequeño paréntesis para decir que entre mis amistades más cercanas cuento con unas cuantas secretarias que saben perfectamente cómo separar la necesaria discreción en torno a los asuntos de sus jefes, de las confidencias y bromas que cualquier grupo de amigos puede cruzar en una conversación. Eso me hace admirarlas todavía más: son profesionales, discretas, eficientes, despiertas, atentas y resolutivas. Cierro el paréntesis.

Tratar y conocer a estas profesionales te abre más puertas de las que a priori uno es capaz de imaginar. Una secretaria con la que conectas te busca huecos en la agenda de su jefe con especial dedicación, priorizándote sobre otras urgencias, y además potencia tu networking económico y empresarial. ¿Por qué lo hace? ¿Únicamente porque le has caído en gracia? No; porque figuras en la ‘lista blanca’ de contactos de su jefe, un directivo conocedor de las sinergias que conlleva todo networking o trato profesional. Así pues, los tres agentes establecen una relación “win-win-win”, si me permitís darle una vuelta de tuerca adicional al concepto.

Si por el contrario tus modales son secos, ariscos, impacientes, altivos o despreciativos, prepárate: las secretarias forman un colectivo vasto y bien interrelacionado, discretas con lo que atañe a su directivo, pero sin «cláusulas de confidencialidad» en lo que respecta a compartir con sus colegas «lo desagradable que es Fulano cuando llama». Y la mala reputación se difunde mucho más rápido que la buena.

Salgamos del ámbito económico. E incluso del profesional. Cuando por Navidades quise obsequiar con una botella de vino a mi nuevo médico de cabecera, quién se ha preocupado de hacerme una ITV exhaustiva y pormenorizada, llevé también otra botella idéntica a su secretaria. Pues bien, os diré que ya en pleno verano, Asun sigue regalándome una sonrisa cuando aparezco por la consulta, lo que hace evidente que el detalle fue bien recibido y que el recuerdo persiste.

Es una forma de cuidar tu red de contactos. Cuidar a las personas. Hacerles saber que sabes que están ahí y que sabes que ponen empeño en hacer su trabajo con dedicación, atención y eficiencia. Sin traspasar la frontera entre lo profesional y lo personal.

Aún hoy, cuando rebusco en mi vieja agenda el nombre de alguna secretaria, y se da la circunstancia de que continúa en su puesto casi 20 años después, resulta emocionante ver que siguen acordándose de mí, y que si necesito llamar a alguna puerta ella se presta gustosa a ayudarme.

Os resumiré mi consejo en forma de parábola mesiánica: creedme en verdad cuando os digo que en el reino del networking no entrará aquél que desprecie a una secretaria, pues ellas poseen la llave de los cielos empresariales.

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