Tu tarjeta no siempre consigue que el potencial cliente te tenga presente. ¿Un catálogo puede ayudar? Tal vez, pero planifícalo bien y no descartes otras alternativas, como por ejemplo un flyer.

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Foto: Photl

 

El catálogo tradicional, el impreso en papel, con abundante información sobre la empresa y acompañado de estupendas fotos, ha ido a menos desde la llegada de internet y las páginas web. Si puedo mostrar lo mismo en mi web, cambiar y actualizar los contenidos cuando quiera y ahorrarme costes de impresión y de almacenaje, ¿para qué me interesa un catálogo?

Algunos sectores económicos con una acción comercial muy tradicional –por ejemplo, el de construcción de grandes infraestructuras– siguen viendo el catálogo de papel como imprescindible. El agente lo entrega a su cliente para que de algún modo le “estorbe” en la mesa y así permanecer en su memoria. La oferta técnica y económica para la realización de una obra se acompaña con un catálogo para mostrar lo importante y capaz que es la empresa. La recepción de la empresa tiene ejemplares en un mostrador para maravillar al visitante. Sí, en algunos casos el catálogo sigue siendo una herramienta de comunicación comercial imprescindible.

Sus dos puntos débiles van interrelacionados: un catálogo de buenos acabados tiene un coste elevado, y sus contenidos pueden quedar antiguos en poco tiempo, con lo que hay que retirar los ejemplares restantes, rehacer el documento y reimprimir (en ocasiones, además, distribuir). Imaginemos que en tu catálogo incluyes las marcas de tus clientes, imprimes 300 ejemplares y entonces uno de esos clientes renueva su logotipo: tu flamante catálogo acaba de quedar antiguo.

 

Evitar información “perecedera”

Por ello, salvo que se trate de un anuario (un resumen del ejercicio económico), a la hora de elaborar una publicación de estas características hay que vigilar mucho con los datos “perecederos”. Así pues, hay que tener claro:
 

      evitar indicar tu facturación (ventas) u otros resultados económicos: en un año no serán los mismos; mejor deja este dato para tu web;

      evitar indicar el nº de empleados, por la misma razón;

      huir de pronósticos de futuro cercano: en nada te plantarás en esa fecha y la superarás, con lo que estarás hablando en futuro de una fecha pasada;

      – de igual modo, no referirse a hechos contextuales recientes, que quedarán lejanos y por tanto desfasados conforme pasen los meses;

      de ningún modo incluir un organigrama con nombres y apellidos: los profesionales van y vienen, ascienden, asumen otras funciones, introducen cambios en la organización…

 

En resumen, plantéate que toda información sujeta a una pronta caducidad es mejor publicarla en la web y dejar para el catálogo aquella de “largo recorrido”.

 

El cementerio de los catálogos en CD

Hace unos años se puso de moda editar las publicaciones en formato electrónico (PDF o autoejecutables), grabarlas en un CD y enviarlas a los clientes. En muchos casos esos discos nunca salían de sus estuches y quedaban amontonados junto a los de otras empresas. El coste de editar un CD es inferior al de imprimir en papel, pero aun así fue dinero perdido.
 
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Tenlo claro: tu catálogo puede acabar amontonado con otros. (Foto: Freeimages)

 

Posteriormente alguien tuvo la idea de grabar la información en un pendrive USB; el coste era mayor, pero así el cliente te recordaba porque usaba ese “gadget” con tu logo. Bien, como acción de marca conseguía un objetivo, pero como comunicación informativa su resultado era escaso o nulo, ya que el cliente borraba los archivos almacenados para guardar sus archivos.

 

Flyers, una opción barata y versátil

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Si tu objetivo es disponer de un entregable con el que mantenerte presente en la memoria de tu cliente, el folleto o flyer es una opción a tener muy en cuenta. Sus características lo hacen más económico que el catálogo: dimensiones menores (por ejemplo, 100 x 210 mm), papel de menor gramaje (grosor), menor tiempo de diseño (por tanto, menor coste).

Un flyer puede incluir de forma esquemática las actividades de tu negocio, tus horarios de atención, tus datos de contacto (dirección, email, teléfono, web), algunas imágenes (fotos, iconos, infografías)… y suplir así al catálogo, además de servirte para las mismas acciones y algunas más, de forma mucho más ágil, entre ellas:
 

      – entrega en visita a clientes

      – buzoneo

      – envíos postales

      – reparto en eventos

      – emplazamiento en mostradores (o en tablones de anuncios)

      – comunicación de campañas puntuales (folletos editados ex profeso para un evento u oferta)

 

Al ser de menores dimensiones y superficies (puede ser a 2 caras, un díptico, un DIN A3 plegado en tercios…), la concepción de los mensajes ha de guiarse por la brevedad y buscar ser muy visual.
 

Entonces, ¿mejor un flyer que un catálogo?

Cada acción tiene sus herramientas mejores, y ambos tipos de documento tienen sentido y utilidad: el flyer es más cómodo y “veloz”, el catálogo da mayor distinción. Uno es “fast-food”, el otro es comida de restaurante de cinco tenedores. Simplemente hay que tener claro qué públicos y objetivos buscamos y cuál es el presupuesto del que disponemos.

Por supuesto ambos son compatibles para un mismo negocio. Puedes disponer del catálogo como publicación de prestigio y el flyer para publicitar pequeñas campañas.

Y no olvidemos que son herramientas de comunicación perfectamente compatibles con las electrónicas (web, redes sociales, email marketing…), e incluso complementarias e interactivas con éstas: puedes usar el flyer para captar un público de a pie y dirigirlo a tu web con algún gancho (“Oferta especial Salón del Turismo: consigue un 10% de descuento visitando nuestra web…”).

Y tú, ¿consideras más adecuado para tu negocio un flyer o un catálogo de varias páginas?

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